martes, 30 de junio de 2009

GOLPES DE ESTADO EN VERSIÓN 2.1

En el caso de Honduras, el presidente Manuel Zelaya había propuesto un referéndum para que, aprovechando las elecciones generales, se consultase a la ciudadanía sobre la conveniencia de formar una Asamblea que modificara la Constitución que permitiese su reelección. Dicha propuesta fue rechazada por el Parlamento de Honduras y el Tribunal Supremo Electoral sobre la base de que un referéndum solo puede ser convocado por el Parlamento de la nación. A pesar de todo, Zelaya decidió llevar adelante su propuesta.

En este contexto, el presidente Manuel Zelaya ha sido defenestrado por un golpe de estado militar, y la cuestión se plantea en los medios creando dos frentes. Como el presidente derrocado era de izquierdas, los partidos y movimientos de izquierda se han apresurado a plantear la cuestión, en sus medios de difusión, de manera maniqueísta y simple: El presidente constitucional derrocado y su gobierno son los buenos, y los militares golpistas los malos. Parece impecable. Si Vd. no está a favor del demócrata Zelaya .….... y su política, Vd. está a favor del golpe de estado y del fascismo.

En esto consiste la estrategia del sectarismo ramplón de la mayor parte de la izquierda actual - por llamar de alguna manera a la tropa de arribistas "progres" que la componen - apoyada por el populismo y simplismo ideológico de contenidos “agitprop” que tan bien saben utilizar.

No, ningún demócrata está a favor de los golpes de estado, ni de derechas ni de izquierdas; pero esta no es esa la cuestión ni el planteamiento correcto. – Este planteamiento simplista y populista escamotea la cuestión de aquellos que están a favor de que los presidentes constitucionales, utilizando los recursos del poder legítimo que tienen en sus manos fuerzan las leyes con intenciones torticeras que se alejan de la voluntad que el pueblo les otorgó. Es el caso de Hugo Chávez en Venezuela, con sus intentos de modificar las leyes y la Constitución del país para perpetuarse en el poder sin necesidad de tomar el riesgo de acudir a refrendos electorales frecuentes.

La tesitura de plantear a favor de quién estamos, si al lado de los golpistas o al lado de los presidentes constitucionales, debía ir acompañada de otra que trazara si estamos a favor de los presidentes y gobiernos que fuerzan las leyes a límites constitucionales dentro de la legalidad pero más allá de la legitimidad. Y, si no estamos a favor de ninguna de las dos situaciones, ¿qué hacemos con un presidente que tiene en sus manos el poder real y eficaz de un país que no dispone del contrapoder que suponen unas verdaderas instituciones que, con tradición democrática, limiten sus ilegítimas ambiciones de poder? …. ¿Qué se puede hacer con un presidente que ha decidido hacer de la interpretación de las leyes una cuestión personal, de llevar su política a base de hechos consumados? ¿No es esto, también, un verdadero golpe de estado?

Si queremos valorar con un poco de objetividad su trayectoria y su proyecto político, solo tenemos que ver cuales han sido los apoyos que ha recibido en su destierro, quienes han sido los que han acudido a acogerle con vítores, aplausos, y adhesiones inquebrantables, en el aeropuerto de Managua: Hugo Chávez, de Venezuela; Rafael Correa, de Ecuador y el anfitrión de Nicaragua, Daniel Ortega. – Todo un elenco de gobernantes de larga tradición totalitaria.

Esta parece ser la forma de la izquierda totalitaria, forma con la que parecen coincidir todos nuestros gobernantes actuales, incluida la llamada - empiezo a no saber por qué - más alta magistratura. Este es el estilo y maneras que apuntan formas en la "nomenclatura" de nuestra vida política nacional.

Se comienza por presidentes que opinan que "la nación es un concepto discutido y discutible", que confunden lo público con lo privado, se continua con vice-presidentas que utilizan la portavocía del consejo de ministros para hacer propaganda de partido y abroncan a presidentas de tribunales constitucionales durante los desfiles militares, con fiscales del Estado que actúan como fiscales del gobierno, con tribunales constitucionales que dilatan a tiempos políticamente convenientes a la parte del gobierno las decisiones sobre recursos con consecuencias graves para la unidad de la nación, jueces a los que les supone un costo de 100 euros por prevaricación, responsables de justicia más preocupados por su corporativismo que por la propia justicia, terrorismos de estado cuyos responsables se quedan en simple “X”, graves atentados terroristas cuyos procesos judiciales reflejan situaciones absolutamente irregulares y se politizan al extremo de no llegar a ninguna conclusión de autoría y, finalmente se termina con reyes que no desmienten su condición republicana. ¿De qué nos extrañamos?

El fondo de la cuestión: En unas condiciones sociales como las descritas ¿quienes son los golpistas? ¿son los propios militares que llevan a cabo un golpe, o son aquellos políticos que silentemente, manipulando la opinión pública progresiva y perseverantemente, legal pero ilegítimamente, vengan forzando y transgrediendo las constituciones y la leyes de manera continuada? ….. Esta última forma de golpe de estado me parece una versión "Siglo XXI", mucho más desarrollada y sutil, más sofisticada, que las clásicas asonadas militares decimonónicas. Un uso del poder político que podríamos considerar como un antidemocrático golpe de estado, en versión 2.1”.

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