Como en la regulación del tráfico ciudadano, en la vida social, política y económica de un país es necesario establecer semáforos que regulen la “circulación vial”. Es decir, limitaciones y restricciones regulatorias. Semáforos que nos permitan llegar con fluidez y seguridad a donde queremos ir, pero no un sistema complejo de semáforos y restricciones que ahoguen la circulación espontánea, o que busquen otros destinos diferentes de aquellos a los que pretendemos llegar. Sí, sobre todo, solo son aceptables aquellas restricciones que no nos aparten del camino que hemos elegido, y que nos ayuden a llegar a donde queremos ir.
La dificultad estriba en quién debe ser el que establezca esas restricciones a nuestra libertad individual, y cuales deben de ser las mismas. Lo ideal, en el ejemplo del tráfico urbano, es que haya los menores semáforos posibles y que estos estén en los lugares problemáticos. La experiencia vial ha llevado a los responsables de tráfico a la conclusión de que un semáforo siempre paraliza la circulación y que es preferible, allá donde sea posible, sustituirlo por una rotonda en la que el conductor lleve la iniciativa de circular o esperar. - Los mecanismos políticos de representación democrática de la voluntad popular son muy imperfectos, y conviene restringir su uso al mínimo de situaciones posibles necesarias para la convivencia.
Es evidente que los estados nacionales, que son las multinacionales más influyen en nuestras vidas, ya que no solo lo hacen económicamente, tienen tendencia a invadir nuestra esfera privada sin mucho respeto por las libertades individuales. Los estados son proclives a acaparar poder y controlar en nombre de un supuesto bien común que ellos suelen decidir cual es. Después, son los políticos concretos, los administradores del Estado, quienes manejan a su antojo los gigantescos presupuestos, las prioridades, las dietas y los sobresueldos que el electorado tiene fuera de su control. Son ellos los que establecen los semáforos y restricciones para decirnos
La dificultad estriba en quién debe ser el que establezca esas restricciones a nuestra libertad individual, y cuales deben de ser las mismas. Lo ideal, en el ejemplo del tráfico urbano, es que haya los menores semáforos posibles y que estos estén en los lugares problemáticos. La experiencia vial ha llevado a los responsables de tráfico a la conclusión de que un semáforo siempre paraliza la circulación y que es preferible, allá donde sea posible, sustituirlo por una rotonda en la que el conductor lleve la iniciativa de circular o esperar. - Los mecanismos políticos de representación democrática de la voluntad popular son muy imperfectos, y conviene restringir su uso al mínimo de situaciones posibles necesarias para la convivencia.
Es evidente que los estados nacionales, que son las multinacionales más influyen en nuestras vidas, ya que no solo lo hacen económicamente, tienen tendencia a invadir nuestra esfera privada sin mucho respeto por las libertades individuales. Los estados son proclives a acaparar poder y controlar en nombre de un supuesto bien común que ellos suelen decidir cual es. Después, son los políticos concretos, los administradores del Estado, quienes manejan a su antojo los gigantescos presupuestos, las prioridades, las dietas y los sobresueldos que el electorado tiene fuera de su control. Son ellos los que establecen los semáforos y restricciones para decirnos
a dónde debemos ir, y cómo debemos ir, en vez de asegurarse de que los ciudadanos podemos llegar, por el medio que elijamos, al lugar a donde queremos ir. ¿Hay algún país en el que los políticos y administradores públicos sean dignos de absoluta confianza? ¿En cuantos países funciona la independencia entre poderes que asegure una verdadera democracia? – En una democracia sana, los políticos siempre son dignos de desconfianza, así como también la independencia de los poderes del Estado y los mecanismos de contrapoder son esenciales para la higiene de su funcionamiento. Por desgracia, el caso de nuestro país, que es más un sistema de derechos que un Estado de Derecho, no es un ejemplo paradigmático de democracia.
Sin embargo, no debemos caer en la utopía libertaria. Es evidente que el Estado, y las restricciones normativas, son necesarios para evitar problemas de “tráfico” en la vida ciudadana, pero solo en aquellos lugares en donde sea patente el grave riesgo, o la existencia, de problemas y serias dificultades. – No es de recibo el que se inventen problemas de orden social o económico para justificar “semáforos” y regulaciones que acrecienten el control de las administraciones públicas, la concentración de poder de los políticos de turno, y restricciones a la libertad individual en nombre de un falsificado bien común que no suele concretarse ni materializarse.
La verdadera democracia parte de la voluntad popular, que viene a traducir los deseos de las libertades individuales. Esa libertad hay que concretarla y preservarla, regulándola solo cuando nos obliguen las circunstancias de injusticias políticas, sociales o económicas. Injusticias que no debemos confundir con los quiméricos y “buenistas” deseos sociales, o incluso falsos derechos, frecuentemente impulsados por intereses electorales de partidos políticos dispuestos a otorgarlos, a cambio de votos, aún a costa de provocar un “mal social”.
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El compromiso político de una sociedad democrática debe de estar al lado de las libertades y la vitalidad espontánea de su sociedad, y con el ojo presto para resolver injusticias, en vez de dedicarse a restringir e intervenir la vida política, económica y social, regulando cuales deben ser los exclusivos espacios de libertad a los que el ciudadano pueda acceder. - Sí, sin duda, la experiencia nos lo dice con total evidencia, el grito de libertad ha sido en la historia estandarte de la clase oprimida, aunque tradicionalmente utilizado para, en su nombre, en vez de crear condiciones de libertad, propiciar condiciones de sometimiento a través de la intervención y la restricción que son los verdaderos gérmenes del totalitarismo.
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El “campo de juego” de una verdadera democracia se llama Libertad, no intervención. El origen de la democracia está en la Libertad, no en el intervencionismo. El origen del totalitarismo está en el intervencionismo, en la “ingeniería social”. La democracia es inversamente proporcional al socialismo intervencionista. Cuanto más socialismo menos democracia, pero el socialismo es la forma fácil de gobernar para quien no lo sabe hacer de otra manera humanamente más profesional.
Lo difícil, lo que requiere y exige destreza, es gobernar en libertad sin caer en las injusticias de un capitalismo desbocado ni en las de un socialismo intervencionista. Para eso, paradójicamente, en la vida pública hacen falta profesionales ajenos a la política profesional verdaderamente comprometidos con la libertad. Claro que, además, para resolver situaciones injustas, ya sean sociales, políticas o económicas, también hace falta legislar con criterios de ética y moralidad, en vez de los propios intereses de los políticos que toman la política como su cortijo y profesión. Ese es el verdadero problema de fondo.
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Lo difícil, lo que requiere y exige destreza, es gobernar en libertad sin caer en las injusticias de un capitalismo desbocado ni en las de un socialismo intervencionista. Para eso, paradójicamente, en la vida pública hacen falta profesionales ajenos a la política profesional verdaderamente comprometidos con la libertad. Claro que, además, para resolver situaciones injustas, ya sean sociales, políticas o económicas, también hace falta legislar con criterios de ética y moralidad, en vez de los propios intereses de los políticos que toman la política como su cortijo y profesión. Ese es el verdadero problema de fondo.
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6 comentarios:
Realmente,¿cree que el socialismo en sí es peor que el catolicismo a la hora de intervenir en el ámbito personal?
Estoy de acuerdo con éste artículo. El límite o semáforo se encuentra en el respeto a los derechos de los demás.
El socialismo viene a ser como un régimen teocrático en el que el Partido Comunista sustituye a Dios. Además no separa la moral-ideología e iglesia-partido del Derecho.
La misma institución que impone la ideología-creencia es la encargada de imponer la ley: el partido comunista.
Sí, pero, ¿qué podemos hacer cada uno de nosotros, los ciudadanos, para colaborar en acciones encaminadas a que en el futuro, los que actualmente denominamos políticos, sean realmente meros gestores al servicio efectivo de los ciudadanos, y que por ende, vía referéndum periódico sean los ciudadanos los que decidan en qué y como se efectúe el gasto de nuestros impuestos, y no como ahora, que quien decide es la cúpula de los partidos?
Esto último no debería ser una utopía.
Desde luego una acción, es intentar conseguir que se legisle que las subvenciones desaparezcan con tolerancia CERO.
Las subvenciones, es conocido, son un Cáncer para nuestro sistema político, que salvo mínimas excepciones, es la vía por la que derrochando nuestro dinero, se efectúa la compra electoral de votos de multitud de colectivos
Las subvenciones son extensivamente, fuente de corrupción electoral encubierta.
Encubierta, pero que todos conocemos. Sustitutiva del "caciquismo electoral de final del XIX, y principios del siglo XX.
Por tanto, de nuevo: ¿Qué más podemos hacer a parte de concienciar a nuestro entorno respecto a las maniobras políticas de las que los ciudadanos somos victimas?
¿Qué más?
Pregunta corta pero diáfana y exigente
Espero alguna respuesta
Montesquieudenuevo
¿Ya leyeron la granja? el verdadero problema no es ni el capitalismo ni el comunismo, sino la forma en que el pueblo llega a una sociedad útil o a su corrupción, ¿cómo es esto? fácil: mientras la sociedad tome con respeto a los derechos y libertades de las personas y se llegue a ala tolerancia de opiniones la sociedad crecerá, desgraciadamente, vivimos en una sociedad individualista que sólo ve por sus propios intereses; la iglesia de cualquier religión y credo, tampoco son el problema sino la forma injustificada en que critican a estas nstituciones sin conocer ni su estructura ni sus proyectos, amigos, antes de hablar hay que VIVIR!!!
Para Francisco: El socialismo es un sistema de intereses políticos que pretende intervenir en nuestras vidas seamos o no seamos socialistas. El catolicismo, como toda religión, es un sistema de valores morales que solo aplica a aquellos que se reconocen a sí mismos como católicos.
Para Simpático: En mi modesto entender, en lo que se refiere a que sean los ciudadanos los que marquen las prioridades de la política, los partidos tienen que ir enterándose de que la adhesión de sus respectivos votantes no está garantizada, ni consiste en un cheque en blanco. Primero, creo que debemos tener clara nuestra propia jerarquía de valores y cómo se concretan en la sociedad, y después impulsarlos y apoyarlos activamente (no solo con el voto, que se pierde muchas veces). En segundo lugar, más que adherirse a partidos políticos con programas que no cumplen o deforman, que dicen pero que no dicen, etc., considero que debemos apoyar plataformas (grupos de presión) que promuevan iniciativas y proyectos concretos con valores que compartamos. Plataformas y organizaciones que difundan nuestros propios valores, tales como el derecho a la vida y el rechazo al aborto, libertad en elegir el tipo de educación, la independencia y separación de los poderes del Estado, la familia, el mercado libre, y otras muchas iniciativas de todo orden - Plataformas que impulsen un estado de opinión social que, si tienen peso específico, con seguridad influirán en los partidos políticos.
Fromspanya:
Me parece satisfactoria la propuesta recogida en tu contestación a la pregunta formulada por Montesquieudenuevo.
Aunque habrá que seguir trabajando en ello, divulgándola.
Por cierto, Simpatico no el nick emitido,simpatico nno existe, el nick es Montesquieudenuevo
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