sábado, 3 de julio de 2010

Descarándose por la Vida: ¿Dialogar? ¿Argumentar? ……. ¿Para qué?



Hace unos días asistí, como oyente, a una mesa redonda sobre la sociedad civil ante el aborto. Sinceramente, no pude dejar de preguntarme a mí mismo por el sentido de estos actos en los que los asistentes, como pasa en los “mítines” de partidos políticos ante las elecciones, ya estamos todos convencidos de nuestra adscripción política o de nuestras convicciones.

Esta reflexión me llevó a considerar lo que hace ya tiempo que, una y otra vez, me planteo: ¿Es útil el diálogo? ¿Vale la pena esforzarse en buscar el diálogo? ¿Es posible el diálogo? - Vivimos en una sociedad en la que desde los años de la Transición democrática se proclama el diálogo como un valor fundamental que hay que buscar a todo trance. Las generaciones actuales han crecido en el culto al diálogo a ultranza. Hay que buscar el diálogo como sea. Les dicen que el que no está dispuesto a dialogar no es un buen demócrata. Pero ¿es posible cualquier diálogo? ¿Merece la pena el diálogo por encima de todo? ¿Tiene límites el diálogo?

En realidad, parece obvio que cualquier persona con principios rechazará el diálogo, si el mismo exige renunciar a sus creencias. Si esta persona para avanzar en el diálogo aceptara la renuncia de sus creencias, y de los principios por los que estas se rigen, es que, verdaderamente, nunca habría poseído tales credos.

Es por todo ello por lo que aquellos que nunca han tenido creencias y principios, es decir, todos los relativistas amorales, aquellos que no se atienen a una moral, no suelen tener problemas en proclamar el diálogo en todo momento, sobre lo que sea, con quien sea, y como sea. Y como tales adalides del diálogo a ultranza no tienen principios, no tienen que renunciar a ellos, y pregonan que el diálogo es siempre posible, e ilimitado, porque lo único sobre lo que se dialoga son los propios intereses. En puridad, confunden diálogo con negociación, porque el diá-logo requiere principios sobre los que se pueda construir la argumentación lógica, y el relativismo, por definición, no disfruta de creencias firmes ni principios. El diálogo atiende a argumentos o razones lógicas articuladas sobre principios que no se está dispuesto a trasgredir, la negociación solo tiene en cuenta intereses que sí que pueden alterarse. - ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? ¿Por qué lo llaman diálogo cuando quieren decir negociación?

En este error, o confusión premeditada, los del "todo vale", los del "como sea", carentes de principios morales, aprovechan para atribuir a aquellos que sí los tienen, pero que han llegado al punto de no querer transgredirlos, falta de voluntad de diálogo, de carecer de principios democráticos. Paradójicamente, son los propios relativistas totalitarios los que carecen de principios democráticos, o de cualquier otro tipo, siempre que no sean los de su propio interés de poder político o económico. - Los del "todo vale", los del "como sea", solo utilizarán argumentaciones y razones lógicas mientras les sean útiles, y desatenderán las mismas razones en cuanto no les sirvan a sus propósitos. No creen en la búsqueda de la verdad, solo en la de su propio interés.

No, para las personas que respetan principios, el diálogo no puede traspasar esos principios, y no es posible dialogar a ultranza y a toda costa. - Debe quedarnos claro: Los debates sociales que se llevan a cabo hoy día en nuestra sociedad no representan un diálogo desde la racionalidad. Se trata de una negociación desde la irracionalidad, y la falta de respeto a cualquier moral de principios.

¿Entonces? ¿Qué actitud adoptar con tantos que hoy dicen querer dialogar pero no respetan ningún marco (principios) de diálogo? - Las posibilidades de crecer en la verdad desde el diálogo son muy limitadas y escasas, por muchas razones que sería difícil exponer aquí. Pero a la verdad solo se suele acceder por el diálogo sincero con uno mismo no, generalmente, con los demás. El diálogo solo se puede llevar a cabo entre los ya convencidos, dentro de un marco de creencias compartidas. Por eso acudo a las mesas redondas donde suelen ir los ya convencidos, porque solo es ahí donde hay diálogo (*). A los demás se les proponen o exponen nuestras creencias, por si quieren escucharlas, pero no se va mucho más allá.

Una reflexión de una de las participantes en la mesa redonda del otro día, Esperanza Puente, viene a corroborar, en síntesis, de manera gráfica, todo lo comentado: “Si el mal es descarado, el bien ha de ser descarado” – La oportunidad de descararse a favor de la vida la tendremos este fin de semana. Pongamos un crespón negro en la ventana o balcón. Usemos una bandera de España o una balconera próvida. Adhirámonos a alguna de las muchas concentraciones que tendrán lugar en nuestro país con motivo del descaro de entrada en vigor de la Ley del aborto.

Epílogo para creyentes y personas sin prejuicios religiosos: En los Evangelios, nunca vemos a Cristo enviar a sus Apóstoles a dialogar, a argumentar, convencer o discutir. Eso solo se puede hacer solo entre los ya convertidos. Solo los envía a proclamar el Evangelio, y enseñar a aquellos que estén dispuestos a escuchar. A dar testimonio de la Verdad, no a exponerla con argumentos que, por muy lógicos que sean, nunca aceptarán aquellos que no admiten el “logos”. Los elocuentes resultados que representan la expansión del cristianismo, de esa proclamación evangélica, ahí los tenemos después de veinte siglos.

(*) NOTA: Sugiero leer el oportuno comentario de un amable lector, "eze", y las observaciones mías a su comentario. En el limitado diálogo que se puede mantener en un "blog", este tipo de intercambio razonado de opiniones constructivas y respetuosas con la discrepancia, creo que permiten el enriquecimiento de nuestros mutuos criterios.

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2 comentarios:

eze dijo...

Hola. Creo que confunde dos realidades:

a) La de quien carece de principios y es relativista. Éste no acepta la argumentación racional como método de cambio en sus creencias y las de los demás.

b) El que tiene firmes principios morales no cristianos.

Está claro que ante el primero lo único que puede hacer es proclamar persuasivamente sus propias creencias.

Ése no es el caso del segundo y yo me incluyo entre ellos. ¿Quiere convencerme de sus posiciones? Elabore argumentos. Partamos de nuestras creencias compartidas y muéstreme cómo debería aceptar algunas de las que no compartimos.

Me da miedo que rechace el diálogo (no la negociación) con quien no es cristiano. Creo que es mala interpretación evangélica entender la proclamación del cristianismo como una práctica que no se hace desde los argumentos.

Un abrazo,
Eze

Juan L. Cuñat dijo...

Para "eze"

He de admitir que su comentario me ha asustado, porque comparto todas sus observaciones y miedos. He repasado mi artículo intentando encontrar dónde pudiera haber calificado como relativista a todo el que no fuera cristiano. He respirado cuando no he encontrado tal aseveración.

Sin embargo, quizá sea el párrafo en el que digo que "El diálogo solo se puede llevar a cabo entre los ya convencidos, dentro de un marco de creencias compartidas. Por eso acudo a las mesas redondas donde suelen ir los ya convencidos, porque solo es ahí donde hay diálogo." el que pueda haber inducido a cierta confusión.

Probablemente quedara más ajustado con la siguiente redacción:

"El diálogo solo se puede llevar a cabo dentro de un marco de creencias compartidas. Por eso acudo a las mesas redondas donde suelen ir personas con creencias, porque solo es ahí donde hay diálogo."

Solo una matización final. Entiendo que cuando se intente establecer un diálogo entre morales distintas, para asegurar su viabilidad, se hace necesario, como Vd. oportunamente sugiere, establecer cuales son las creencias compartidas, ejercicio no siempre fácil.

Si no me hace otra observación, me tomaré la libertad de modificar el cuerpo del artículo y agradecerle su oportuno comentario.

Cordialmente.