Reclamaba en mi anterior entrada la necesidad de que nuestra sociedad acabara de darse cuenta y se alertarse de en qué consiste el “Relativismo Moral”, cual es su verdadero contenido, cómo funciona y cuáles son sus secuelas. Que bajo el disfraz de contienda política, bajo formas políticamente correctas, buenistas y presuntamente atractivas y tolerantes, el “Relativismo Moral” es el tipo más agresivo de cáncer social que nos amenaza. Planteaba la cuestión de ¿Qué debemos hacer?
No debemos caer en posturas maniqueas de buenos y malos. En la vida hay matices, opiniones, puntos de vista y posturas pero, en nuestro esfuerzo por procurar evitar todo maniqueísmo, tampoco debemos caer en el ocultamiento del mal que resulte obvio a toda conciencia recta. En medicina, a un tumor maligno no corresponde diagnosticarlo como, simplemente, “molesto”. Es más, hacerlo así sería muy peligroso y nada saludable para el paciente que lo sufre. Asimismo, en democracia, en leal contienda política, nunca debemos hablar de enemigos políticos sino de adversarios u oponentes pero, por otro lado, a todos aquellos personajes que puedan representar un tumor maligno tampoco sería prudente considerarlos simplemente como adversarios sino como lo que verdaderamente son. Poner en evidencia la maldad social no es, de ningún modo, adoptar una postura maniquea sino muy responsable. Es más, lo contrario, sería muy peligroso y nada saludable para la sociedad que lo padece.
Vayan a continuación las exigencias que considero ineludibles para neutralizar el tumor relativista que nos amenaza. He querido sistematizar estas condiciones desde una triple perspectiva:
La del conocimiento de nuestros propios valores y principios.
La del conocimiento del sistema relativista, que queremos erradicar.
La de qué debemos hacer y cómo debemos actuar.
Tres perspectivas que iré desarrollando en esta y las siguientes entradas de este “blog” – Comencemos con nuestro primer deber:
CONOCER NUESTROS VALORES Y PRINCIPIOS, SIN ESCONDERLOS.
Tratándose la amenaza que nos ocupa de un fenómeno cultural, es fundamental que aquellos que pretendemos ser fieles a unos principios y creencias, frente al “todo vale” relativista, conozcamos y tengamos noción clara de cuáles son esos valores y principios que debemos proclamar. No son otros valores que los que nos aportó la tradición cultural cristiana y occidental.
Por un lado, deberíamos interesarnos por conocer qué significan y cuál es la trascendencia de esos que, en una entrada anterior en este “blog”, concreté como los “cuatro valores frontera”, que ninguna persona debe transgredir, y que tan vulnerables y vulnerados se encuentran hoy día. Los valores que representan la verdad y la vida, que conforman la esencia de lo que llamamos “el bien”. Valores que se reflejan, por la eficacia de su aplicación práctica, en la Justicia y la libertad. Esos valores que se oponen a lo que es el mal intrínseco de todo ser humano.
Por otro lado, también es necesario conocer aquellos otros valores y logros sociales fruto del esfuerzo, del trabajo y del desarrollo de nuestra sociedad a lo largo de su Historia: Nuestra lengua, nuestra historia, nuestra nación, nuestra unidad, nuestra riqueza cultural. No solo poniéndolos a salvo de ataques y falsedades interesadas, sino profundizando en nuestro conocimiento de todos ellos. Sin esconderlos.
Hay que hacer un esfuerzo en profundizar en el conocimiento de todos esos valores, no darlos por asumidos y garantizados. Debemos entenderlos y justificarlos en nuestro conocimiento, y para ello debemos acudir a autores de rigor moral y conceptual, alejados de las actuales corrientes del “pensamiento débil”. Autores refrendados, como K. Popper, F.A. Hayek, L. von Mises, Julian Marías, P. Schwartz, R. Termes, Juan Pablo II, Benedicto XVI, Romano Guardini, Viktor Frankl, Carlos Valverde, C.S. Lewis, y tantos otros pensadores, escritores e historiadores reconocidos que no nos van a despachar las tonterías del Ministro de Educación y Cultura de turno. Lecturas reconocidas de pensamiento e históricas, lecturas de discernimiento moral, como las expuestas por la Doctrina Social de la Iglesia y el Catecismo de la Iglesia Católica, etc. - Ese ejercicio, esas lecturas, o simples consultas, nos permitirán desarrollar criterios y limpiar fondos, desenmascarar tópicos y falsedades conceptuales. Engaños que nos los ofrecen como si fueran monedas de curso legal cuando solo son moneda falsa, como esa estúpida concepción de la igualdad, del igualitarismo que desprecia e ignora el esfuerzo y el mérito personal. Esa idea de igualdad con la que se envenena a la parte más ignorante de nuestra sociedad. Son las consecuencias de la funesta Revolución Francesa, de un estilo político que malamente disimula los bajos instintos del populacho que ha alcanzado el poder con el solo argumento del “todo vale”, o por accidente, y que necesita revestirse de falsas preocupaciones democráticas, intelectuales y sociales.
No se trata de teorizar sobre los valores, sino de conocer, con mayor o menor profundidad, la repercusión en nuestra vida cotidiana, en nuestra convivencia, en nuestro trabajo, en nuestras relaciones, de todas aquellas ideas, valores y principios que hacemos nuestros, proclamarlos y no esconderlos. Ello constituye el primer deber de todo aquel que quiera hacer frente a la amenaza que representa el “relativismo moral” extendido por gran parte de nuestra sociedad. No podemos defender aquello que no conocemos bien, aquello de lo que no estamos seguros porque no lo entendemos. Es uno de los flancos que tenemos abiertos. Debemos cubrirlo. Saber qué queremos decir, y por qué, hay que defender la verdad sobre la mentira, y cuales son las consecuencias de ejercer una u otra. Saber en qué consiste la vida, y la Justicia; cómo se lleva la Libertad a la vida práctica, sus limitaciones, etc. - La batalla de las ideas es una batalla esencial para poder ganar esta guerra contra el relativismo.
En la próxima entrada trataremos de abordar algunas características del sistema relativista para conocerlo y saber de qué hablamos antes de combatirlo.
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2 comentarios:
Muy de acuerdo en todo.
Solo cambiaría el orden de los valores: sin vida no hay verdad, sin libertad no hay verdadera justicia, sin justicia no hay bien posible.
Más o menos de acuerdo. Sólo añadir que yo no soy cristiano, pero tampoco soy relativista. Así que es posible oponerse al 'todo vale' del relativismo moral desde convicciones morales diferentes a las del cristianismo.
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