El socialismo igualitarista y colectivista ha logrado envenenar a la
sociedad con la idea de la igualdad. Una idea, la del igualitarismo, que no es
ni cristiana ni liberal sino de la, en muchas cosas triste, Ilustración y Revolución Francesa pero que
muchos ámbitos católicos y muchos liberales, no muy consecuentes, la han comprado
y asumido. Una idea que muchos defienden a la vez que proclaman la inmersión lingüística para, incoherentemente, ser iguales y diferentes. Ahora hay que hacer un gran esfuerzo en erradicarla.
No, no soy, ni quiero ser igual a nadie. Tengo mi propia identidad personal.
Puedo ser similar a otra persona pero no igual o idéntico. Como hombre, puedo compartir
algunas similitudes y características con otras personas pero no ser igual y
tener la misma identidad. Con mis propios defectos y virtudes me gusta ser yo
mismo y equivocarme por mi cuenta y riesgo. No me gusta formar parte de ese
“hombre masa”, tan igualitario y cada vez más frecuente hoy día, que Ortega y
Gasset ya anticipaba en el primer tercio del pasado siglo, en 1929, cuando lo
definía como “todo aquel que no se valora a sí mismo –en bien o en mal– por
razones especiales, sino que se siente “como todo el mundo”, y, sin embargo, no
se angustia, se siente a salvo al saberse idéntico a los demás.”- Un hombre que
no aprecia la singularidad ni quiere tener personalidad o identidad propias,
que se encuentra cómodo con que “otros” decidan por él y lo estandaricen…… que
sintiéndose vulgar, proclama el derecho a la vulgaridad y se niega a reconocer
otra superioridad que no sea la de él mismo.
¿Se siente Vd. igual a los demás?....... Yo, desde luego, no. Y con el mayor
respeto hacia aquellos que se lo merecen, porque no todo el mundo merece
respeto, no necesito ser, ni quiero ser ni sentirme, totalmente igual a nadie. Sin
embargo, valoro, respeto y aprecio las propias personalidades individuales,
diferentes a la mía, y creo que ello les enriquece y me enriquece en la
diversidad.
No, no soy, ni quiero ser absolutamente igual a nadie. No quiero parecerme
en nada a cualquier habitual de las Herriko Tabernas, ni al vago ese que vive
cerca de casa y nunca ha pegado un palo al agua. A pesar de ser un brillantísimo
estudiante que después sacó unas flamantes oposiciones y se situó bien en la
vida, tampoco quiero ser igual que él porque tiene algunas cosas que no encajan
con mi forma de ver la vida. No soy absolutamente igual a mis padres, ni a mis
hijos o hermanos, ni a vosotros. Soy yo mismo.….. No, no soy, ni quiero ser absolutamente
igual a nadie.
No ser iguales no quiere decir que no seamos solidarios, porque la
solidaridad es una cosa y la igualdad es otra. No ser iguales no debe hacernos
pensar que somos superiores o inferiores, sino diferentes. En algunas cosas
mejores y en otras peores, lo que nos pone en ventaja con respecto a aquellos
que pretenden la igualdad para hacernos a todos peores. No deja de ser
elocuente que en aquellas sociedades que presumen de igualitarismo todos sean
más pobres, en vez de más ricos…… o que “algunos”, siempre los mismos, sean
"más igualmente ricos" que otros.
Solo cabe apostar por la igualdad cuando se trate de restablecer la Justicia, no para reivindicar una igualdad de derechos, porque cada uno tiene sus méritos, sino como sujeto en recicibir igualdad de Justicia frente a la Ley, o en cuanto al "justo" acceso, no igual, a una educación o atención médica primaria porque cada uno tiene sus necesidades. La Igualdad no es sustituta de la Justicia..... Es más, de hecho, aplicar la igualdad nos expone a ser injustos.
Hemos de luchar y deshacernos de este mantra del igualitarismo colectivista que anula la propia identidad y personalidad. Debemos enseñar a nuestros hijos a ser ellos mismos y proclamar la diferencia y la diversidad a los cuatro vientos: No, no soy, ni quiero ser totalmente igual a nadie….. Te doy la enhorabuena porque, al no ser igual a nadie y ser diferente a todos, aunque corres el riesgo de ser peor, también te da la oportunidad de ser mejor. Toma la oportunidad de ser diferente, ser tú mismo, y mejor que ayer !!!
Solo cabe apostar por la igualdad cuando se trate de restablecer la Justicia, no para reivindicar una igualdad de derechos, porque cada uno tiene sus méritos, sino como sujeto en recicibir igualdad de Justicia frente a la Ley, o en cuanto al "justo" acceso, no igual, a una educación o atención médica primaria porque cada uno tiene sus necesidades. La Igualdad no es sustituta de la Justicia..... Es más, de hecho, aplicar la igualdad nos expone a ser injustos.
Hemos de luchar y deshacernos de este mantra del igualitarismo colectivista que anula la propia identidad y personalidad. Debemos enseñar a nuestros hijos a ser ellos mismos y proclamar la diferencia y la diversidad a los cuatro vientos: No, no soy, ni quiero ser totalmente igual a nadie….. Te doy la enhorabuena porque, al no ser igual a nadie y ser diferente a todos, aunque corres el riesgo de ser peor, también te da la oportunidad de ser mejor. Toma la oportunidad de ser diferente, ser tú mismo, y mejor que ayer !!!
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