Rodríguez Zapatero, en recientes declaraciones, ha dicho que en España se tenía viva "la experiencia" de la caída del Muro de Berlín por la "caída reciente del muro" del Franquismo. También, que su recuerdo más vivo de la caída del Muro de Berlín fue el del propio proceso: “el poco tiempo en el cayó todo el imperio (soviético) y de manera tan pacífica”. – Para entender a R. Zapatero ya se sabe, cuando habla de paz se refiere a los cien millones de muertos provocados por el régimen comunista en sus tres cuartos de siglo de tiranía.
Por otra parte, no podía ser de otra forma. Como decía el matador de toros Rafael Guerra, "Lo que no pué sé no pué sé y además es imposible”. Rodríguez Zapatero, a propósito de que el Pisuerga pasa por Valladolid, no podía dejar pasar una ocasión como la de la caída del Muro de Berlín para provocar a sus conciudadanos, y desviar el foco de atención que el XX aniversario de su caída pone sobre el socialismo real, reflejando el drama de los países de la Europa del Este. Zapatero retuerce la conmemoración histórica para asociar en la opinión pública las imágenes del Muro de Berlín con el "franquismo". Esa es su especialidad. Ya sabemos que este hombre, aparte de su vocación de mentiroso, es un experto y sectario manipulador al que le gusta dividir voluntades más que aunarlas, al modo de Joseph Goebbels, su admirado maestro en propaganda.
Tampoco estaría de más que Rodríguez Zapatero dejara de ignorar que el imperio soviético, cuya caída le pareció rápida y pacífica, lo fundaron sus primos hermanos ideológicos, los marxistas comunistas, los del socialismo real. Concretamente, su tío Vladímir Iliich Uliánov. Probablemente, más conocido en casa de ZP como “tío Lenin”.
A Rodríguez Zapatero le gusta crear polémica a partir de una provocación que genere tensión. Pues esta vez, y sin que sirva de precedente, vamos a darle gusto, en parte. - Solo en parte, porque no tengo la menor intención de brindar argumentos para un dialogo razonado que resultaría imposible llevar a cabo dentro del marco irracional propio de todo relativista como ZP, o sus fanáticos seguidores. Lo único que debemos pretender ante un inepto para el dialogo es exponerlo frente a sus propios hechos. Nada más.
Por ello, no me resisto a la digresión de poner la figura de un personaje de la catadura felona y desleal de Zapatero, una vez tomada en cuenta la distancia moral que los separa, frente a otra figura como la de Franco, sobre cuyos valores de lealtad a su patria y de integridad militar son objetivables e incuestionables. Dicho sea, con independencia de que con su régimen se pueda estar en total acuerdo, de acuerdo en parte, o en total desacuerdo.
Hace tiempo que se había dejado de hablar de Franco y del "franquismo". Los que no vivimos la Guerra Civil, pero tuvimos oportunidad de vivir el “franquismo” sin ninguna vehemencia ni enardecimiento político, no tenemos que hacer ningún esfuerzo para reconocer que, superados los horrores de la contienda en ambas partes, la trayectoria del régimen de Franco, con todos sus errores morales y políticos, permitió el desarrollo económico de España con la creación de una extensa clase media antes inexistente.
Durante los últimos treinta años, todos sabemos que la interpretación “políticamente correcta” del régimen de Franco, y de su figura política, la de sus aciertos económicos, y la de sus indiscutibles errores morales y políticos, ha sido llevada a cabo fuera del contexto histórico de la realidad de una II República que solo ofrecía caos moral y social. La deformación, mejor decir la manipulación, a la que se está sometiendo la Historia de España resta justificación a cualquier crítica objetiva que pueda hacerse sobre los errores de aquella etapa histórica del "franquismo", y da pie al “con Franco vivíamos mejor”. - El profundo rencor personal que Zapatero exhibe hacia Franco, rencor que parece gusta en trasladar de generación en generación, así como el desprecio hacia la realidad de hechos históricos, hacia la propia Historia vivida, proclaman el nivel de su farsante y hedionda intimidad, así como su inmoralidad personal.
Con Franco se podrá estar de acuerdo, en total desacuerdo, disentir, discrepar, divergir, oponerse, enfrentarse, o levantarse en armas, pero no se puede discutir que fue un personaje leal a su idea de España, a la patria en que nació, un militar íntegro y profesional. - Con Zapatero, para el que “España es un concepto discutido y discutible”, lo único que le pide el cuerpo a un ciudadano leal a su patria es desear que la Historia de España se lo trague y lo eche al vertedero de la memoria histórica de todos aquellos que fueron personas indignas de ostentar responsabilidades públicas en el país que, habiéndoles visto nacer y dado de comer, han traicionado. Dicho sea sin acaloramiento alguno, dicho sea desde el sentir de quien no vivió la Guerra Civil, pero vivió los años del “franquismo” sin rencores hacia nada ni hacia nadie.
También, sin ninguna vehemencia ni enardecimiento político, podemos decir que Franco fue un dictador autoritario que, al margen de los juicios políticos de cada cual, representó el deber y la lealtad a sus principios. Zapatero es un gobernante sin principios, administrador de complacencias y agrados, de inclinaciones totalitarias que, al margen de juicios políticos, personifica una política dedicada al rencor y a la disgregación social.
No es arriesgado decir que Franco, con todo el “derrumbe de muro” que se le quiera y deba atribuir, y Zapatero, con todo su rencor, su inmoralidad, su incompetencia, su talante, y su currículo de destrozos sociales e históricos, no son objetivamente comparables en forma alguna, ni como políticos, ni moralmente. – Nos recordaba el otro día Jiménez Losantos en su columna de El Mundo una frase de Solzhenitsyn que en TVE, allá por 1976, enterrado Franco y en marcha la Transición, decía que "comparar la URSS con el franquismo era una broma pesada”. De forma similar, intentar encontrar una aproximación moral a las figuras de Franco y Zapatero, más que broma pesada sería de mal gusto. Pertenecen a diferentes categorías humanas - la una militar, la otra góthica y relativista sin principios -, con gran superioridad profesional y lealtad moral a España por parte del General, y para beneficio de la misma.
Todo ello, dicho sea de paso y “zin acritú”, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, y después de treinta años de curiosa y peculiar democracia.
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