sábado, 24 de octubre de 2009

SENTIRSE ESPAÑOLES

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Hace algún tiempo, un amigo extranjero procedente del otro lado del Atlántico me preguntaba, y se interesaba, por conocer qué es lo que a los españoles nos hace sentirnos como tales.

Hace unos días, en una de las tertulias frecuentes en nuestros medios, oí declarar a uno de los participantes en la misma que una de las concentraciones llevadas a cabo en Madrid, con motivo de la candidatura de esta ciudad a los Juegos Olímpicos del 2012, le hizo emocionarse y sentirse verdaderamente español. – No me quedé perplejo porque creo conocer a este mi país de nacimiento, pero me entraron ganas de buscar mi pasaporte para ver cual era mi nacionalidad verdadera. – Detrás de la emoción que algunos podamos sentir ante la exaltación de un símbolo o un evento que represente a España ¿Hay algo más? ¿Qué sentimos, aquellos que todavía sintamos algo, en estas circunstancias?

¿En qué consiste ser español? …. La cuestión no está exenta de sentido. Hoy, muchos de nuestros irresponsables políticos nos la sugieren sin recato. También es verdad que hay quien no necesita respondérsela. Algún necio hay para quien España es un concepto, una abstracción, discutida y discutible.

Hasta donde se me alcanza, la cohesión que permite a un pueblo sentirse singularmente como tal pueblo, como una nación diferente a otros pueblos y naciones, puede deberse a diversos factores que conforman su cultura nacional. Principalmente, podríamos resumirlos en los siguientes: Territorialidad, lengua, Historia, y valores compartidos en un proyecto de futuro.

Cuando nos acercamos a comprobar el estado de salud de cada uno de estos factores, que son los que pueden configurar nuestro carácter de nación española, el balance de la situación no puede ser más decepcionante:

En un mundo cada vez más global, la “territorialidad” que un día, hace cada vez más años, nos delimitaba las fronteras de nuestra singularidad como nación, va perdiendo sentido. Han desaparecido los puestos fronterizos, y los ciudadanos de otros países circulan y trabajan libremente en otros territorios muy diferentes a aquellos de los que son oriundos. Este proceso no parece ser coyuntural, sino que parece que cada vez se acelera más.

En cuanto a la lengua nacional española, la lengua castellana, tremendo vehículo de cohesión cultural y nacional, herramienta de expresión de nuestra más íntima personalidad, instrumento de articulación de nuestro pensamiento, viene estando sometida a un deterioro y empobrecimiento sin parangón como nunca antes había sucedido. Los nacionalismos que relegan el castellano a un segundo plano, cuando no lo atacan despiadadamente, son potenciados por la complicidad de débiles y nefastas políticas de educación de los gobiernos centrales.

En lo que se refiere a la Historia compartida, es verdad que ha sido compartida mientras el pueblo se ha sentido una misma nación. Actualmente, al margen de las mentiras interesadas que se propagan sobre nuestro pasado, podríamos decir que en el mismo momento en que un pueblo se siente protagonista de varias historias diferentes, en ese mismo momento, deja de compartir la Historia y la nacionalidad.

Cuando la territorialidad, la lengua, o la Historia son factores cuya evolución en la vida de una nación va en retroceso, solo cabría sentirse cohesionados por aquellos valores compartidos que puedan reflejar un proyecto de futuro. Es el caso sobre el que se ha basado gran parte de la envidiable cohesión nacional de los Estados Unidos, un país en el que esos valores compartidos de futuro han ido por delante de su realidad territorial, de su lengua, y han ido creando su propia Historia.

En unas circunstancias en las que el solar de nuestro territorio se encuentra cada vez más integrado en la Unión Europea, en el que nuestra lengua e Historia comunes son sistemáticamente marginadas y despreciadas por el impulso de nuestros propios gobernantes, que propician y provocan este tipo de derivas, la pregunta que queda hacernos es: ¿Cuales son nuestros valores compartidos para un proyecto de futuro?

Si hoy inquiriéramos a cada uno de los ciudadanos con pasaporte español, las respuestas podrían postrarnos en un estado de depresión o catalepsia. ¿Cuales son los valores que compartimos los españoles? ………………. Yo he osado hacerlo, dentro de mi más que humilde universo de población, y los valores de futuro a que fui referido no se han salído de los consabidos tópicos y oportunistas generalidades acomodaticias, políticamente correctas. Vaguedades tales como la tolerancia del entreguismo, el estado de bienestar subvencionado, la igualdad ignorante del mérito y del esfuerzo personal e individual, el cambio por el cambio, etc. – Pocos eran aquellos que se referían a los valores de aquel amigo del otro lado del Atlántico que le hacían sentirse norteamericano, y que se interesaba por lo que a nosotros nos hacía sentir españoles. - Claro, mis encuestados no eran “infames norteamericanos” con esos valores concretos y tremendamente prácticos y eficaces en una democracia: Las tradiciones de la propia cultura, esa cultura que siente respeto por la verdad y la vida, la Justicia, la separación real de poderes, la libertad de creencias y conciencia, la libertad de expresión, la libertad en la educación de nuestros hijos, etc.

Aquí, a la mitad de la población, parece que le basta con sentirse “ciudadano de la ceja” y la subvención. No es mi caso, yo, más bien, me siento "infame".

1 comentario:

Anónimo dijo...

La lectura de esta reflexión me ha hecho recordar la célebre frase de Unamuno referida al País Vasco (si bien en este caso se puede ampliar a España): ¡Qué país, qué paisajes pero que paisanaje!. Muy bien articulada la reflexión. Javier